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Mondrian soñó en líneas rectas. Colores primarios como si el mundo pudiera empezar de nuevo. Desde la Bauhaus, trazó un mapa sin palabras: orden, ritmo, silencio visual. Cada cuadro, una oración geométrica. Y luego Yves. Vio el cuadro… y lo vistió. El arte se deslizó por el cuerpo como un manifiesto. Mondrian caminaba. La pasarela se volvió galería. Y la pintura deseo. Hoy los coronamos juntos. El que pintó con precisión de metrónomo, y el que tradujo esa armonía en alta costura. En Nación Corona los genios no compiten, se reconocen. Y cuando lo hacen… brillan como reyes.